“¡Es la desigualdad, estúpido!”

“¡ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO¡” Le copiamos de seguido a Wikipedia-La enciclopedia libre lo siguiente: «La economía, estúpido» (the economy, stupid), fue una frase muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. W. Bush (padre), que lo llevó a convertirse en presidente de los Estados Unidos. Luego la frase se popularizó como «es la economía, estúpido» y la estructura de la misma ha sido utilizada para destacar los más diversos aspectos que se consideran esenciales.

“¡ES LA DESIGUALDAD, ESTÚPIDO!” Siguiendo la estructura de la frase original, la adaptación a la Costa Rica de hoy no puede ser más que esta frase: “¡Es la desigualdad, estúpido!”.

Efectivamente, los neoliberales criollos, su peonada política (especialmente la parlamentaria), su prensa afín, sus amanuenses, articulistas, opinólogos y similares tienen la batalla ideológica perdida al insistir, perversa y torpemente, que el déficit fiscal es el principal problema nacional de nuestra Patria de la actualidad. Y, peor todavía, al insistir de mala intencionada manera, que son los salarios de los empleados públicos y las empleadas públicas los culpables de ese déficit fiscal.

“¡ES LA DESIGUALDAD, ESTÚPIDO!” la génesis fundamental de la realidad socioeconómica que estamos enfrentando como país en estos momentos; desigualdad que ya partió a Costa Rica en dos partes, no en dos mitades; una parte cada vez más grande, la de los excluidos y/o en vías de serlo; y una parte cada vez más pequeña, la de los concentradores de la riqueza y su infraestructura político-ideológica que les permite mantener el control hegemónico de la sociedad.

“¡ES LA DESIGUALDAD, ESTÚPIDO!”, el terreno del cual se nutre la violencia, en esencia. Esa violencia económica que representa la ausencia de oportunidades para nuestra juventud; la violencia económica de la precarización del salario y de las condiciones de empleo; la violencia económica del congelamiento salarial; la violencia económica del desempleo y del subempleo; la violencia económica de las violaciones al salario mínimo y de obstaculizar que tengamos “otro” salario mínimo. La violencia de la penetración en nuestra sociedad del crimen organizado y del dinero sucio del negocio del narcotráfico.

“¡ES LA DESIGUALDAD, ESTÚPIDO!” que ahora, ¡increíblemente!, lo está planteando el mismísimo Fondo Monetario Internacional (FMI), ente hambreador de pueblos junto a su par, el Banco Mundial.

La versión electrónica del periódico español El País ha publicado un reportaje titulado así: “El FMI asume que la riqueza no se reparte sola”, agregando como subtítulo esto: “El pánico a los populismos ha llevado al FMI a lanzar un reclamo sin precedentes paras las clases medias de los países desarrollados”.

Leemos en dicho reportaje: “El pánico al populismo está cambiando la narrativa económica. Fenómenos como Donald Trump, el candidato republicano a presidir EE.UU., que ha azuzado los miedos proteccionistas; o el Brexit han despertado los miedos de las grandes instituciones y forzado una mayor atención hacia los desfavorecidos de los países ricos. Desde la crisis, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha ido progresivamente centrando sus análisis y recomendaciones en la desigualdad y este clima general le ha hecho acentuar su giro. Pide más políticas que ayuden a expandir los beneficios del crecimiento, pide acción para evitar un retorno al nacionalismo económico”.

¡Ave María, Purísima! La señora gerente del FMI, doña Christine Lagarde plantea esto: “El crecimiento solo ha beneficiado a unos pocos”, dijo esta semana, en la jornada de otoño que realizó el FMI; agregando que “…la globalización debe ser diferente, no puede ser ese impulso por el comercio como hemos visto históricamente, debe tenerse en cuenta la inclusión, la determinación de que funcione para todos, debe prestarse atención a aquellos en riesgo de quedarse atrás”.

Resulta imposible ignorar el contenido de este párrafo del reportaje en mención que le estamos compartiendo: La erosión de las clases medias en los países desarrollados se ha agravado con la Gran Recesión, pero se cultivó a lo largo de décadas y el Fondo no ha sido un convidado de piedra. Durante años se labró una imagen de bastión del neoliberalismo, para, especialmente con la entrada de Olivier Blanchard como economista jefe (2008-2015), empezar a valorar cada vez más los efectos de la disciplina fiscal en el crecimiento, las repercusiones sociales y económicas de la desigualdad. Pide a Estados Unidos, por ejemplo, que suba el salario mínimo y tome medidas para combatir la desigualdad, la bolsa de pobreza que arrastra el país más rico del mundo. Es llamativo comparar los informes de años recientes con los de los 90 y principios del 2000, donde por los efectos adversos de la globalización se pasaba de puntillas. Y con el auge de los populismos, el giro del Fondo se acentúa”.

Vamos a terminar este artículo con este “postre”: “Existía la creencia – muy estúpida, desde un punto de vista económico – que, si los gobiernos mantenían las cuentas públicas saneadas, los mercados funcionarían y habría pleno empleo y todo el mundo se beneficiaría. Pero la teoría económica dice que, si hay integración, hay ganadores y perdedores, a menos que pongan políticas fuertes para proteger a estos últimos. Los ideólogos olvidaron la distribución”. ¡Casi nada! El criterio citado y que aparece en el reportaje que venimos comentando, es del señor Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, quien le diera una amplia entrevista a este periódico español El País.

“¡ES LA DESIGUALDAD, ESTÚPIDO!” sobre lo que debería estarse debatiendo en la Asamblea Legislativa en estos momentos; y no sobre cuánto rebajar el sueldo a los empleados públicos, especialmente a quienes devengan salarios medios y bajos.

“¡ES LA DESIGUALDAD, ESTÚPIDO!” sobre lo que debería versar la campaña electoral ya, prácticamente, en desarrollo para los comicios nacionales de 2018. Pero, ¡es mucho pedir!

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